Yo les haré SENTIR, a través del Amor de Mi Propio Corazón a sus Grandes Espíritus, el Amor de la Hueste Angélica no sólo para ustedes, sino a través de ustedes, para toda la vida en todo lugar. Cuando el velo de maya comenzó primeramente a desplegarse sobre la conciencia de la humanidad de la Tierra, fue similar a un puñado de humo -disipado prontamente por las fuertes corrientes de Fe y Esperanza- y solamente a aquellos de Nosotros que conocemos el poder del “contagio” Nos hizo presagiar la amenaza futura a las almas del ser humano evolucionando sobre la Tierra. No ha sido cosa fácil ser testigos de esa siempre-creciente “niebla” que finalmente cerró la visión a la Presencia de la Hueste Celestial y a la Música de las Esferas, dejando la conciencia externa de la humanidad tanteando en la oscuridad de las confusiones, que resultaron de los pensamientos y sentimientos de la masa humana.
Fue entonces cuando comenzó esta primera contaminación de los inocentes, cuando Yo ofrecí llegar a ser el Protector de la luz del alma en los corazones de los seres humanos -el Defensor de la Fe que mantiene los espíritus avanzando a pesar de las apariencias que parecen prevalecer…- Siglo tras siglo He tejido las energías de Mi Vida para abanicar los Fuegos de la Esperanza en los pechos de la raza evolucionante, eliminando las debilidades del ser externo, y CREYENDO con toda la energía y ‘momentum’ de Mi Ser, en la bondad inherente dentro de cada ser humano. En la plena Libertad que Gozo, Soy capaz de observar la Luz del alma dentro del corazón de esta entera evolución así como la de los Reinos Angélico, Dévico, y Elemental, y dondequiera que la Luz se oscurece y las sombras invaden la felicidad del corazón -allí ¡ESTOY INSTANTÁNEAMENTE YO!- Sin visión, la gente perece, pero Yo digo también -sin Fe- ellos no pueden sobrevivir al Día Eterno, cuando el Ángel Cósmico del Nuevo Amanecer retire la cortina remanente de maya, y todos los seres humanos vean el Reino como existe ahora -como siempre será- solamente incrementado enPerfección con cada pulsación del corazón.
Amado Arcángel Miguel